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Trump, carbón e inteligencia artificial: ¿retroceso energético o solución viable?

Trump impulsa el carbón para alimentar centros de datos de IA, pero ¿es realmente viable frente a los avances en energías renovables? Analizamos el contexto, implicaciones y alternativas.

Introducción

El reciente impulso de la administración Trump para revitalizar el carbón como fuente energética, especialmente enfocado en alimentar centros de datos impulsados por inteligencia artificial, ha generado un debate que mezcla tecnología, sostenibilidad, economía y política energética. Mientras las empresas tecnológicas buscan soluciones limpias y eficientes para sostener su crecimiento, esta medida revive una industria que ha estado en declive sostenido durante las últimas dos décadas. En este artículo analizamos las implicaciones técnicas, económicas y medioambientales del retorno al carbón como fuente para alimentar la revolución de la IA generativa.

Contexto histórico del declive del carbón

El carbón fue la columna vertebral de la generación eléctrica en Estados Unidos durante gran parte del siglo XX. En 2001, representaba el 51% del mix energético. Sin embargo, a partir de 2008 su participación comenzó a caer drásticamente debido a factores como la irrupción del gas natural por fracking, el abaratamiento de las energías renovables y las crecientes regulaciones ambientales. En 2023, apenas el 15% de la electricidad proviene del carbón, y más de 770 plantas han cerrado desde el año 2000.

Este declive no solo responde a cambios tecnológicos, sino también económicos. El costo de la energía solar ha caído un 90% desde 2009, y hoy es más barato construir nuevas plantas solares que mantener o reactivar plantas carboníferas existentes. Además, las preocupaciones medioambientales y de salud pública han impulsado a gobiernos y empresas a mirar hacia fuentes más limpias.

En resumen, el carbón ha perdido terreno por motivos económicos, tecnológicos y sociales. Intentar revertir esta tendencia representa un desafío enorme ante un entorno energético radicalmente distinto al de hace dos décadas.

Centros de datos e IA: una demanda energética creciente

El crecimiento exponencial de la inteligencia artificial generativa ha traído consigo un aumento notable en la demanda energética. Modelos como GPT-4, Claude o Gemini requieren grandes cantidades de cómputo, y por ende, de electricidad. Se estima que para 2030, los centros de datos consumirán alrededor del 9% de la electricidad global, una cifra que podría aumentar si se consolidan nuevas aplicaciones de IA en sectores como salud, finanzas y manufactura.

Empresas como Microsoft, Amazon y Google ya están invirtiendo en nuevos centros de datos a gran escala. Sin embargo, estas operaciones están diseñadas para funcionar con energía renovable, en línea con sus objetivos ESG (ambientales, sociales y de gobernanza). Estos objetivos no solo responden a presión social, sino también a optimización de costos a largo plazo.

Por tanto, aunque la IA requiere más energía, esto no significa que deba provenir del carbón. Las energías limpias y las soluciones de almacenamiento están siendo priorizadas por los actores más relevantes del sector.

La orden ejecutiva: ¿qué propone realmente?

La orden ejecutiva de la administración Trump busca reposicionar al carbón como una fuente estratégica. Para ello, plantea tres acciones clave: declarar al carbón como mineral crítico, extender la operación de plantas en vías de cierre y facilitar las exportaciones e inversión en tecnologías relacionadas.

Designar al carbón como mineral crítico permitiría flexibilizar normativas ambientales y agilizar concesiones mineras en tierras federales. La extensión de operaciones de plantas obsoletas apela a poderes de emergencia, justificando la medida por la futura escasez de electricidad. Finalmente, se busca incentivar tecnología “más limpia” para el uso del carbón, una estrategia que ha fracasado en el pasado por sus altos costos.

Estas propuestas, sin embargo, enfrentan múltiples obstáculos técnicos, económicos y medioambientales, como veremos en las siguientes secciones.

Costos reales del carbón vs. renovables

Los costos de generación eléctrica con carbón han dejado de ser competitivos. En promedio, producir 1 MWh con carbón cuesta alrededor de $102, mientras que hacerlo con energía solar cuesta solo $49. Además, construir una nueva planta solar demora entre 12 a 18 meses, mientras que una planta de carbón puede tardar entre 4 y 7 años en estar operativa.

Solo una planta de carbón existente en EE.UU. es más económica de operar que una nueva instalación solar. Esto implica que revivir plantas viejas o construir nuevas no es una estrategia eficiente desde el punto de vista económico. Además, muchas de estas plantas requieren subsidios públicos para mantenerse operativas, lo que traslada el costo al contribuyente.

En definitiva, los datos muestran que insistir en el carbón como fuente de energía para centros de datos es financieramente inviable, especialmente si se consideran las alternativas renovables disponibles hoy en día.

Implicaciones medioambientales y sanitarias

El uso del carbón tiene consecuencias ambientales y de salud pública ampliamente documentadas. Por cada kWh generado, el carbón emite un 45% más de CO₂ que el gas natural. Además, libera mercurio, un metal pesado que puede causar defectos congénitos, y partículas PM2.5 asociadas a enfermedades cardiovasculares y neurodegenerativas como el Parkinson.

Reactivar plantas obsoletas implicaría evitar la reducción de alrededor de 150 millones de toneladas anuales de CO₂. Esto va en contra de los objetivos climáticos de muchas empresas tecnológicas, como Microsoft, que se ha comprometido a ser carbono negativa para 2030.

En resumen, apostar por el carbón no solo es económicamente cuestionable, sino que también representa una amenaza directa a la salud pública y al medio ambiente.

Argumentos oficiales y sus contradicciones

La administración Trump argumenta que el carbón garantiza “fiabilidad energética”, un atributo necesario para sostener operaciones críticas como las de los centros de datos. Sin embargo, esta afirmación no resiste el análisis técnico. Las energías renovables, combinadas con sistemas de almacenamiento y redes inteligentes, ofrecen una fiabilidad creciente y escalable.

Además, muchas plantas de carbón son vulnerables a interrupciones por mantenimiento o fallas en el suministro del mineral. En contraste, la energía solar o eólica puede distribuirse en múltiples ubicaciones, reduciendo riesgos de fallo sistémico.

Por tanto, la narrativa de “fiabilidad” no es suficiente para justificar el regreso al carbón, especialmente cuando existen tecnologías más modernas y resilientes.

El carbón metalúrgico: una excepción con matices

Un caso donde el carbón aún tiene cierta viabilidad es el uso metalúrgico en la producción de acero. Este tipo de carbón es difícil de reemplazar en algunos procesos industriales. No obstante, alternativas como el hidrógeno verde están ganando terreno rápidamente, especialmente en Europa y Asia.

Empresas como ArcelorMittal y SSAB ya están invirtiendo en tecnologías de acero sin carbón. Si bien estas soluciones aún son más costosas, las proyecciones indican que para 2030 podrían ser competitivas con los métodos tradicionales.

Así, incluso en su nicho más viable, el carbón enfrenta una transición tecnológica que podría dejarlo obsoleto en menos de una década.

Reacciones del mercado y actores clave

Tras el anuncio de la orden ejecutiva, las acciones de empresas carboníferas como Peabody y Core Natural subieron hasta un 18%. Sin embargo, analistas financieros advierten que estas ganancias son probablemente efímeras, ya que las condiciones estructurales del mercado no han cambiado.

Además, grandes inversionistas como Berkshire Hathaway Energy han reducido su exposición al carbón. Hoy, el 91% de sus inversiones están en activos no relacionados con esta fuente. Esto refleja una tendencia más amplia del capital privado hacia energías limpias y sostenibles.

En definitiva, aunque el anuncio tuvo un impacto inicial, el mercado reconoce que el futuro energético ya va en otra dirección.

Impacto en comunidades locales

Reactivar plantas de carbón también tiene implicaciones sociales. Las comunidades cercanas sufren los efectos de la contaminación del aire y del agua. Además, la industria carbonífera ha sido históricamente volátil, lo que no garantiza empleos sostenibles a largo plazo.

En lugar de volver al carbón, muchas organizaciones comunitarias están promoviendo programas de reconversión laboral hacia energías limpias. Esto no solo genera empleo, sino que también mejora la calidad de vida y reduce los impactos sanitarios.

Por tanto, las comunidades tienen un rol clave en cuestionar estas políticas y exigir alternativas más justas y sostenibles.

Lo que deben hacer las empresas tecnológicas

Las compañías del sector tecnológico deben tomar una postura clara frente a este tipo de decisiones. Apostar por energía proveniente del carbón no solo pone en riesgo sus compromisos ESG, sino que también puede afectar su reputación ante consumidores e inversores conscientes.

Empresas como Meta, que ya ha firmado contratos PPA por más de 12 GW de energía solar, muestran el camino hacia una transición energética responsable. La integración de renovables con almacenamiento y eficiencia energética es clave para sostener el crecimiento de la IA sin comprometer el planeta.

El mensaje es claro: el futuro de la IA debe construirse sobre una base energética limpia, resiliente y sostenible.

Conclusión: innovación vs. nostalgia

El intento de resucitar el carbón como solución energética para la inteligencia artificial parece más un gesto político que una estrategia técnica viable. Los datos económicos, ambientales y tecnológicos indican que el futuro pasa por las energías limpias, el almacenamiento y las redes inteligentes.

Como dijo Tyson Slocum de Public Citizen: “Competir en IA requiere innovación, no nostalgia industrial”. Las decisiones que se tomen hoy definirán si la revolución de la IA será también una revolución energética sostenible.

Es momento de que gobiernos, empresas y comunidades apuesten por un futuro donde la tecnología y el medio ambiente avancen de la mano.

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